"El mal sin razón que ha emergido a finales del siglo XX es imparable; los viejos valores han muerto y nadie, salvo el azar puede nada contra él. Nos caza y extermina a su voluntad y lo único que podemos hacer es apartarnos a un lado y rezar porque deje pasar nuestros días sin encontrarlo de frente”
Dr. Diablo en el blog de cine "Las horas perdidas"
Esta frase resume grandiosamente la que hasta el momento me parece la mejor película del año, que curiosamente comparte protagonistas (Josh Brolin y Tommy Lee Jones) con la también excelente "En el valle de Elah".
"No es país para viejos" es un magnífico ejercicio de estilo en el que los hermanos Coen juegan con el espectador poco avisado hasta desconcertarlo. Con un final tan abierto como realista, con una resolución tan absurda como la vida misma, esta película transcurre durante dos horas de vertiginosa calma en la que los acontecimientos se anticipan al discurrir de la trama, dejando la linealidad al uso atrabillada, descompuesta. No es extraño que no satisfaga a todos, pero aquellos a los que les guste arriesgar el bienestar de una historia autoconclusa por unas semanas de reflexión intensa, recurrente y aterradora, disfrutarán mucho con este post-western, como lo ha definido algún crítico, que ha sabido regalarnos además a uno de los mejores villanos de los últimos tiempos: Un inconmensurable Bardem que no necesita hacer mucho uso de su perfecto inglés (creo NECESARIO verla en versión original) para infundir el temor irracional de toda víctima ante su depredador.
Impecable en la factura (una fotografía que reseca los labios, que te hace sentir sed), en la interpretación y en la recreación de los personajes (esos rednecks tejanos que pueblan las pesadillas de los Coen), "No es país para viejos" es además, y paradójicamente, una historia circular; no puede entenderse sin el monólogo introductorio y sin la conversación final. En todo lo demás es, simplemente, un infinito juego de azares.